Por Beatriz Chisleanschi
Y un día América Latina sepultaba al ALCA
(Por Beatriz Chisleanschi) Hace 13 años atrás un acontecimiento marcaba un punto de inflexión en la relación de América Latina y Estados Unidos, la IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata le decía No al Tratado de Libre Comercio. Le decía No al Imperio, al pulpo que “todo lo decide y todo lo puede”.
El 5 de noviembre de 2005, los entonces presidentes de Venezuela, Brasil y Argentina: Hugo Chávez, Luiz Inácio "Lula" Da Silva y Néstor Kirchner, respectivamente le decían No al ALCA, “Alca, Alca, Al carajo” – gritó Chávez mientras un futuro presidente de Bolivia, Evo Morales, miraba atento y sonriente esa decisión.
Un grito que quedó grabado en la historia de nuestros países, en la historia de la Patria Grande. Un grito acompañado por la Contracumbre de los Pueblos y por miles de personas, muchas de las cuales habían llegado en el “Tren del Alba”, conducido, como señaló el propio Chávez, por un “maquinista” muy especial, Diego Armando Maradona, que saltaba y gritaba como si repitiese el gol a los ingleses.
En Estados Unidos gobernaba George Bush, hijo, y fue el mayor revés político a su gestión. El Área de Libre Comercio de las Américas pasaba a ser un sueño y una gran derrota.
Ese día fue también el puntapié de un armado continental, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA -TCP) el cual permitiría, al decir de su principal ideólogo, Hugo Chávez, "la liberación de los pueblos, la redistribución del ingreso de nuestros pueblos, la igualdad, el cambio del modelo económico productivo, la inclusión social, que no haya excluidos".
En los años 80, con Ronald Regan decidiendo el destino de Estados Unidos y el mundo, se firman los documentos de intervención regional Santa Fe I (1980) y Santa Fe II (1989), los cuales deben su nombre a la capital del estado de Nuevo México, lugar donde el Grupo Santa Fe y la Heritge Foundation elaboraron los mismos.
El documento de la Declaración de Santa Fe II centra particularmente su atención en la economía, con el argumento de que la democracia necesita un grado de racionalidad política en es esfera.
En la Propuesta 1, referida a las Políticas Económicas Comerciales y de Inversión, el documento plantea la necesidad de promover “una política favorable al capitalismo privado, el libre comercio y la inversión directa doméstica y foránea de empresas productivas de América Latina”, lo que significaba (o significa) "reducción de barreras arancelarias entre naciones independientes de América para favorecer el intercambio de bienes y servicios”.
En tanto, en la Propuesta 2 sostiene que Estados Unidos debía tener una participación plena en la ALALC (Asociación Latinoamericana de Libre Comercio). Esta asociación dejó de existir el 18 de marzo de 1981 y fue sucedida por la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI). En diciembre de 1994, ya con Bill Clinton como presidente, surge en Miami el proyecto que se conoció como Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) con el propósito de implementar una reducción progresiva de barreras arancelarias en todos los países miembros. Su consolidación significaba la asociación comercial más grande e implicaba un área de libre comercio de bienes, servicios y capitales que se extendería “desde la Tierra Baffin (en Alaska) hasta Tierra del Fuego”.
Pero lo que se extendió, ese histórico 5 de noviembre del 2005, fue el grito de rechazo, el que mostraba una Latinoamérica unida.
Momentos antes Chávez contaba que había hablado con Fidel Castro, que le recordó al Che, que felicitó el encuentro, que mandaba saludos y continuó: “nosotros, camaradas, compañeros, amigas, amigos todos, hemos venido aquí hoy a muchas cosas, a caminar, a marchar, a saltar, a cantar, a gritar, a luchar, pero entre tantas cosas de las que hoy hemos venido a hacer aquí en Mar del Plata hoy y cada uno de nosotros trajo una pala, una pala de enterrador, porque aquí en Mar del Plata está la tumba del ALCA.”
Y con esa foto histórica, donde las manos de Chávez, Lula y Néstor Kirchner se entrelazan, quedó sepultado por unos años el poderío de Estados Unidos en Latinoamérica.
Hoy, que dos de los protagonistas ya no están por estas tierras y el otro, está injustamente preso, proscripto y condenado por algo que no hizo, pero sí, por todo lo que hizo por su pueblo. Hoy que el imperio parece haberse levantado de su propia sepultura y una derecha neofascista resurge de la faz de la tierra. Hoy, más que nunca, la historia obliga a los pueblos a luchar por sus derechos y a estar a la altura de dirigentes que pusieron todo por la autonomía e independencia de nuestros países, hasta su vida.
Es eso. O es nuestra propia sepultura.
- Editora de Motor Económico y Motor de Ideas. Periodista. Docente
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