Política nacional

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ESCRIBAS DE MEFISTO; semblante de una falsa profeta / A la Carta de Beatriz S y sus sarlitos (*)

( Por Marcos Doño )Desde hace un tiempo a la fecha, hay una sociedad para la que Beatriz S se ha vuelto en referente “intelectual” del pensamiento neoliberal de la Argentina. Su discurso es la expresión pública de los deseos e intereses de una clase dominante, sobre todo de la oligarquía terrateniente, que busca justificar ante la sociedad sus privilegios en detrimento de la clase trabajadora y los intereses de la Nación. No es casual por eso su posición respecto de la última dictadura cívico-militar ,como tampoco lo son sus declaraciones sobre la soberanía de Malvinas, un territorio que acaba de considerar legítimamente “británico”, como lo afirmó en un reportaje publicado el 4 de agosto de 2021 por el matutino La Nación, en una interpretación descabellada de la historia de la Argentina, y de las islas en particular. Pero además de su impronta personal, Beatriz arremete sobre estos temas con el mismo desparpajo y desprecio por el sentir del pueblo con que lo hacen los mentores del campo neoliberal siempre que abordan temas de política, moral ocuestiones que hacen a la soberanía económica y territorial. Así lo demuestra en otro pasaje del reportaje, donde su ironía declina hacia un acto ramplón con esta confesión: “Ya saben que yo soy una vendepatria”. “Me importa muy poco la polémica que se genere con un promalvinero. Lo mandaría a vivir seis meses a las Malvinas y trabajar ahí”. (?)

Cierto es que estas declaraciones y otras del mismo tenor, así como los insultos misóginos que por estos días vertieron los diputados Fernando Iglesias y Waldo Wolff en contra de la actriz argentina Florencia Peña, de conocida simpatía por el kirchnerismo, no son sino parte de la estrategia electoralista de la derecha reaccionaria, en especial la que encarna la alianza “Juntos” [por el Cambio], que ante su falta de propuestas sólo apela a generar un estado de confusión perpetua en la sociedad con el propósito de erosionar las bases electorales de la administración de Alberto Fernández para las elecciones venideras.Para esto milita Beatriz desde su lugar de intelectual.

Pero sus dichos no deben pasarnos desapercibidos ni deben ser soslayados porque para un sector de la sociedad tienen el peso moral de la verdad. Y ante esta realidad se nos impone preguntarnos por el papel que cumplen estos intelectuales, y cuál es el valor que debemos otorgar a sus opiniones, cuando van más allá de sus campos académicos específicos. Si nos remitimos al razonamiento del físico y literato francés Gastón Bachelard, de que “el saber es poder”, coincidiremos entonces en que las opiniones de estas élites no sólo no son per sé una garantía de honestidad, sino que deben ser revisadas y confrontadas, con el mayor de los rigores, con los datos de la realidad. Sobre todo porque lejos de ser inocuas se comportan como los materiales con que el poder de la clase dominante construye ese estado aparentemente natural que emerge como el “sentido común” con el que la sociedad hace sus juicios de valor.

LA CARTA Y EL OSCURO OFICIO DE BEATRIZ

Beatriz se siente cómoda contra el respaldo del asiento. Una vez más ensaya en el teclado de su notebook las primeras palabras de su carta. Pero esta vez el intento da su resultado y las palabras brotan ágiles, respondiendo sin titubeos a su idea de transfigurar la verdad: “Un grave peligro se cierne sobre la democracia argentina”. La frase le gusta. Es el slogan que estaba buscando. Y mientras lo repite su memoria le trae los consejos que la noche anterior le dio su amigo Santiago, el filósofo devoto de Fernando Pessoa, el enorme poeta portugués para quien la palabra libertad era el clamor en contra de cualquier dominio, pero que en él se vuelve tan incierta como cualquier palabra salida de boca de un jugador de póquer.

Sobre todo habían hablado de las estrategias discursivas, que todo era cuestión de robarle las palabras al enemigo... de darles vuelta el guante. No deja de pensar en ello, aunque algo distraída en su rostro resquebrajado, casi ajeno, que flota tenue en la pantalla de la computadora. Es que en realidad poco le importa lo que ve porque su mente está abocada a una sola tarea: construir un relato verosímil. Casi sin darse cuenta, sus dedos escriben: “La democracia argentina en la encrucijada: neogolpismo o progreso”. Son las palabras que asoman conesa naturalidad del que ejerce hace tiempo el oficio del engaño. Más aún, se muestran como certezas dictadas desde un poder imperativo que yace profundo en su mente, que le ordena decir. Pero para quienes nos alimentamos de la verdad, estas certezas no deben pasarnos desapercibidas. ¿Quién no se inscribiría en una lucha en defensa de la democracia, como Beatriz parece convocar a la ciudadanía? Ante esto, William Shakespeare nos advierte en Macbeth: "Mira que a veces el demonio nos engaña con la verdad, y nos trae la perdición envuelta en dones que parecen inocentes".

A esta altura, la carta ya ha dado un paso más en el afán por apoderarse de los símbolos. Su contenido se va pareciendo al grito de quien a escondidas le roba el pan al pobre, y en público pregona justicia. Convencida de su efectismo, reescribeel título en negrita: “La democracia argentina en la encrucijada: neogolpismo o progreso”. Ahora sólo se trata de enhebrar afirmaciones y escamoteos lingüísticos, hasta conformar el revés de la verdad, uno de sus juegos intelectuales preferidos. ¿Será por esto que leer o escuchar a Beatriz ha dejado de ser atractivo?

Todo en ella denota fastidio, se ha vuelto previsible como un cuerpo desnudo que lo ha mostrado todo. Y entre esas poquedades y su escasez de ideas,se descubre que no es el tiempo sino sus palabras las que le han tallado ese inconfundible rostro enjuto, como salido del pincel del Bosco. Alguien dijo al respecto que la farsa se dibuja en el rostro como un gesto. Pero aún queda algo más por decir su espíritu entorpecido, y es la esencia que contiene la fe del converso, esa fuerza que obliga a olvidarsede la propia vida, y con ella de los sueños de alguna lucha de juventud. Es el destino de Beatriz S: reafirmar con cada palabra su lealtad al poder que la cobija y a cambio la instiga a traicionar la conciencia, donde el decoro termina de perderse en la bruma de los embustes. En ella todo ocurre tal cual. Más aún, es como si su perdición hubiera sido la musa del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, cuando denunció en uno de sus versos: “El poder nos roba hasta las palabras”; hablaba de las palabras libertad y democracia, que el dictador Anastasio “tachito” Somoza mandaba a pintar, con su firma, en las paredes de Managua.

Debo decir que el poeta me ha persuadido a pensar en Beatriz intelectual y en sus doctos compinches y en cada una de sus sentencias y sus resbalosas éticas. Los pienso a todos y me digo que la sociedad argentina ha sufrido demasiadas muertes, demasiada violencia bajo regímenes de facto y constitucionales, para ser sometida por vía de la falsificación a las amenazas de una caterva de intelectuales disolventes. En ellos hay una militancia de obsesiones y odios que quiere instalar la descomunal falacia de que el gobierno nacional, con el pretexto de las medidas restrictivas tomadas a raíz de la pandemia, se ha vuelto en una dictadura que controla, que nos impide movernos en libertad, que cercena nuestros derechos republicanos. El disfrute adictivo que tienen la mentira en Beatriz S y sus sarlitos, la apuran a otra frase: “Un trágico síntoma de la descomposición democrática que vivimos fueron las severas restricciones de las libertades fundamentales durante la cuarentena, picos de violencia estatal nunca vistos en democracia y, muy especialmente, la clausura de la escolaridad que abandonó a los sectores más vulnerables de la sociedad”.

Hay que decirlo: pocas veces en la historia se ha visto tan expuesto el rostro ambicioso del poder de la mano de estos amanuenses. Y Beatriz lo sabe porque es la intelectual convocada para el sofisma. Todo en ella es ausencia de pruebas. Lo suyo se ha vuelto en un juego que busca ser el en los oídos de la ciudadanía el oráculo de una catástrofe en ciernes. Es el predicado que redefine el poder en cada época, que se apropia de la realidad como de las mercancías. Su premisa: “el discurso con el que el poder oculta sus verdaderas intenciones”. Esta es la misión, someter la verdad a un estado de confusión interpretativa que corroa las relaciones humanas. Así ocurrió en la Alemania nazi, que se sirvió del prestigio intelectual de una élite que se dejó seducir por los aplausos y los favores del establishment, hasta el punto de justificar moral y políticamente los hechos más aberrantes.

EL SLOGAN, UN ARMA

Las ideas y la lógica de Beatriz S recrean a la perfección el pacto con el Mefisto contemporáneo: el Mercado. En lo estructural, la sucesión de alegatos y dogmas que tapizan su carta parecen salidos de uno de los dispositivos ideológicos concebidos por la propaganda de Joseph Goebbels: “A la gente no se la convence con argumentos sino con slogans”. En cuanto a la intención moral de la carta, está inspirada en la idea del profeta persa Manes (maniqueísmo), para quien la realidad no era más que la manifestación de la lucha entre el bien y el mal, lo que traducido en la mente de Beatriz S se expresa como la lucha entre “los argentinos no peronistas [el bien]”, y “los argentinos peronistas [el mal]”. Lógica infame que las clases dominantes suelen instalar en cada época en el imaginario popular, cada vez que sienten que sus privilegios e intereses están amenazados por las luchas reivindicativas de los pueblos. En este sentido, vale refrescar,a modo de ejemplo, una síntesis del pensamiento y la moral de algunos de los que acompañan a la intelectual en su insistente cruzada libertaria.

Son: el ensayista Juan José Sebreli, alias “Villa Azul parece el Gueto de Varsovia”; la farmacéutica del CONICET, alias "Durante el proceso se desfinanciaron las universidades, porque ahí estaban los jóvenes que podían llegar a ser peligrosos (sic) y después de limpiar un poquito el Conicet de rebeldes"; el escritor Marcos Aguinis, alias “Cuando Jorge Rafael Videla asumió, en aquel momento, gran parte de la sociedad Argentina respiró casi aliviada”, y autor, entre otros, del libro “Brown”, que la DAIA publicó y obsequió al genocida Emilio Eduardo Massera, en momentos en que la Armada arrojaba desde sus aviones a la muerte en las aguas del Río de la Plata y el Océano Atlántico a ciudadanos y ciudadanas; otro es el abogado constitucionalista, Daniel Sabsay, alias “¿Es razonable a esta altura de la cuarentena impedir que se lleven a cabo pequeñas reuniones sociales o familiares? "Creo que no"; "Se creó un delito a través de un decreto presidencial"; el nombrado filósofo y animador de fiestas (actividad esta última que me consta) Santiago Kovadloff, alias "Quiero subrayar que el 24 de marzo debe servirnos para entender que [los militares] han sido castigados con una detención prolongada y profundamente injusta porque, en la medida que no tienen un juicio que los esté condenando, son inocentes hasta que se pruebe lo contrario. Sobre ellos ha caído la venganza profunda de un gobierno demagógico"; la historiadora Sabrina Ajmechet, alias "Las Malvinas no existen”; “Las falkland islands son de los kelpers"; “Quiero que Las Malvinas sean parte del país en el que crezca mi hija... ¿cuáles son los requisitos para mudarse permanently a Londres?”; y cierra la exposición Federico Andahazi, escritor, y coleccionista de motos, alias “No fueron 30 mil los desaparecidos; no son 30 mil porque no pueden ser 30 mil, es un número redondo, un redondeo, es como fijar un precio”.

EL ASESINATO DE LA VERDAD

Ocurrió 1933, años antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial,cuando el ascenso de Hitler al poder encendió la hoguera a la que fue arrojada la razón. En ese tiempo, el nacionalsocialismo ya había logrado vender a las multitudes su idea del “bien y el mal” como una lucha natural que debía entablar el pueblo alemán hacia su destino ario. Se trataba de extirpar de la sociedad alemana la degradación de la raza y la moral que según las teorías eugenésicas adoptadas por Hitler, encarnaba el pueblo judío, las distintas etnias consideradas contaminantes, así como las ideas socialistas y liberales. Sin embargo, aquel discurso sólo pudo dar su salto de lo simbólico a lo real a partir de un aparato de difusión masiva del que se encargó la prensa afín y la propaganda callejera. Como el sentido que expresan las diatribas de la Carta de Beatriz S y sus declaraciones mediáticas, la locura acusatoria nacionalsocialista había logrado apoderarse del sentido de la verdad en gran parte de la sociedad alemana. Pero hubo un factor determinante para que la propaganda nazi lograra imponer las mentiras como verdades, y es la credibilidad que a esas ideas le dio una parte de la élite del mundo académico, de resulta que terminó infectando a lo más granado del pensamiento alemán.

Lo sucedido en esos años nos lleva a afirmar que la élite intelectual alemana, de la que alguien podría presumir era consciente de la barbarie, padeció de la enfermedad moral ya prefigurada en la literatura del siglo XIX con el Fausto de Goethe, y, más adelante, con la novela Mefisto o Mephisto, del escritor judeo-alemán Klauss Mann, el hijo de Thomas Mann, publicada durante su exilio en 1929 en Amsterdam, y llevada al cine magistralmente por el director István Szabó, en 1982.

“El alma vendida al diablo” que relata como la metáfora trágica de quien ha perdido su rumbo ético tras las ansias de poder y eternidad, se vuelve real cuando la falsificación de la conciencia accede al mundo intelectual, trastocando su sentido de verdad científica y ética social. De pronto, el prestigio académico, que nos haría pensar que la razón siempre adoptará el lugar correcto, se había vuelto en el negativo de una foto, al punto de degradarhasta la irracionalidad más extrema las ideas, tal como ocurrió con muchos de los miembros de la Academia Prusiana de la Ciencia, en esos momentos la institución más prestigiosa del mundo.

Uno de los referentes de esta historia, de cómo el odio llegó a aturdir a las mentes más lúcidas, es el físico y Premio Nobel Philipp Lenard, un nacionalista radical que durante el régimen nazi impulsó la idea de una física alemana, a la que bautizó "física aria". A partir de esteartificio, Lenard se oponía a lo que en su opinión representaban las ideas de la "física judía", tildada también de "fraude judío", y cuya figura emblemática fue la de Albert Einstein y su Teoría de la Relatividad. Imbuidos del mismo espíritu, un grupo similar de intelectuales y científicos de renombre organizaron por esos años una misión “científica” en el mar Báltico. Su propósito era comprobar, dentro del marco de una “ciencia aria”, la teoría de los “Hielos eternos” de Hans Hörbiger, venerado por Hitler como la mente más brillante de su época. La llamada Cosmogonía Glacial (en alemán: "Welteislehre"), planteaba que la Tierra es cóncava, que el cielo que vemos está formado por sucesivas capas de hielo, y que todo se destruye y rehace siguiendo determinados ciclos, idea que trataba de instalar como real el concepto del “eterno retorno”, de Friedrich Nietzsche. Pues bien, este grupo de “intelectuales” de renombre, enviaba ondas sonoras y hertzianas contra el supuesto “cielo congelado”, a la espera de que el rebote de esas ondas demostrara la veracidad de la teoría de Hörbiger.

Ya sea para justificar la locura aria de Lenard, la Cosmogonía Glacial de Hans Hörbiger, la caza de brujas en el Medioevo, las acusaciones de herejía a los judíos en los tribunales de la Inquisición, o la instalación del odio étnico-político, los maniqueísmos siempre fueron construidos de la mano de las élites intelectuales al servicio de los intereses de alguna clase social o poder político hegemónicos. Así funciona el lenguaje, haciendo del revés de la verdad una usina de odio y sentencia del prójimo, etiquetadode enemigo. Son “las cucarachas”, como los locutores de la “Radio Televisión Libre De Las Mil Colinas de Ruanda” llamaban al pueblo Tutsi, hasta que las palabras y el símbolo creado por el intelecto se volvieron genocidio entre los meses de abril y julio de 1994, dejando tras de sí un millón de muertos. Éste es el peligro que está encerradoen las palabras de la carta de Beatriz, en sus declaraciones y en las de sus acólitos: la creación del estigma irracional que, como en toda inquisición, apela a la fe ciega. Lo que en situaciones singulares puede volverse incontrolable.

(*) La carta: https://www.lavoz.com.ar/politica/un-grave-peligro-se-cierne-sobre-la-democracia-la-durisima-carta-de-intelectuales-y-artistas-contra-el-gobierno/

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