Política nacional

Vivimos en una etapa de posverdad, donde las fake news se viralizan seis veces más rápido que una noticia verdadera

Nahuel Sosa: "Preocupa el crecimiento de los discursos de odio y su impacto en el sentido común"

(Por: Brenda Struminger ) Nahuel Sosa es el coordinador del colectivo de intelectuales afines a Alberto Fernández, Agenda Argentina, y el organizador de las jornadas "¿Qué hacemos con los discursos de odio?" que se realizaron este fin de semana con participación de varios funcionarios. Entre ellos, el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, también proveniente de las filas de la usina de pensamiento oficialista, que se mantiene activa aunque el propio Presidente, aferrado a la unidad, desalienta el "albertismo". En una entrevista con LA NACION, el sociólogo de 34 años define qué son para el Gobierno los "discursos de odio" y los adjudica a una reacción de "las elites" frente a la "discusión del neoliberalismo". Califica como tales a los masivos banderazos contra el Gobierno, y cuestiona a los "intelectuales de Cambiemos" por "legitimar" esas ideas. Mientras tanto, defiende el polémico observatorio "Nodio" que creó recientemente la Defensoría del Público contra la "violencia simbólica", y asegura que su objetivo fue "tergiversado". Desde las oficinas de su agrupación, Génera, en el centro porteño, donde Alberto Fernández lideró uno de los encuentros de organización de su espacio antes de ser candidato, Sosa relativiza las fricciones internas en el Frente de Todos, incluso entre pensadores del Instituto Patria y de la Casa Rosada, y asegura que el relato del Gobierno aún no se formó.

-La semana pasada se realizó el octavo banderazo para protestar contra el gobierno nacional y desde el Gobierno los califican como "discursos de odio". Como intelectuales afines al oficialismo, ¿les preocupan estas manifestaciones en el primer año de gestión?

-La Argentina es uno de los países con los mayores índices de movilización y politización, algo que debemos reivindicar en democracia. Lo que preocupa es el crecimiento de los discursos de odio y su impacto en el sentido común. En la pandemia está en discusión el neoliberalismo y la respuesta que dan las elites a este proceso es agresiva, con la instalación de falsas dicotomías, como entre economía y salud. Hay intelectuales de Cambiemos que legitiman estos discursos, justifican la desigualdad, promueven un terraplanismo político y sostienen ideas como la de la "infectadura". Esto deteriora el nivel del debate político democrático.

-También hay reclamos por la inseguridad, la situación económica y el manejo de la pandemia. ¿No hay autocrítica?

-Por supuesto. Hay que distinguir entre las marchas y una estrategia que usa el establishment para construir ciertos discursos del odio. Las movilizaciones tienen una multiplicidad de reclamos, que pueden ser genuinos y hay que escucharlos. El proceso político que se inició el 10 de diciembre ha tratado de escucharlos. Lo que preocupa es que sectores de la oposición e intelectuales se monten en eso y construyan una espiral irracional.

-Nodio justamente se plantea, en parte, como una iniciativa para lidiar con estos "discursos del odio", pero recibió críticas por sus posibles consecuencias contra la libertad de expresión. ¿Es saludable en un sistema democrático?

-Es una iniciativa interesante y su intención fue tergiversada. No busca el castigo, sino reflexionar sobre lo que sucede. Los discursos de odio existen. Vivimos en una etapa de posverdad, donde las fake news se viralizan seis veces más rápido que una noticia verdadera. En sociedades hiperfragmentadas, con altos niveles de polarización. No es un tema de censura. Sí creo que hay pueblos originarios que sufren el odio a través de la reproducción de estos discursos y lidiar con esto tiene que ser parte del acuerdo social.

-¿Es posible llegar a un acuerdo en una sociedad donde la polarización empieza desde los discursos y acciones de los propios referentes políticos, oficialistas como opositores?

-El acuerdo lo planteó Cristina en 2018, Alberto lo adoptó en la campaña, y ahora Cristina lo retomó en su carta. No significa que todos pensemos igual, sino que los distintos sectores puedan llegar a cierta síntesis. Queremos que participen sectores institucionalizados, pero también nuevos emergentes, como los jóvenes contra el cambio climático y los colectivos feministas o de inquilinos. Es clave que tenga una profunda participación ciudadana. La posgrieta no significa negar el conflicto, sino procesarlo.

-En esa carta Cristina hablaba de los "funcionarios que no funcionan". ¿Cómo la interpretaron los intelectuales cercanos al gabinete?

-Es una carta muy interesante y profunda, con una mirada estratégica que interpreto como respaldo al Gobierno. Esa idea que levantaron algunos medios, no la comulgo. Cristina planteaba que más allá de las formas, el Presidente es criticado. Y planteaba la preocupación respecto de qué hacer cuando hay sectores que, aunque se beneficien económicamente, no se sientan políticamente a hablar y tienen una postura agresiva. Hay un sector ultraderechista que lo único que tiene para ofrecer es el enfrentamiento político.

-En los últimos 11 meses se presentaron varios proyectos, como la expropiación de Vicentin, la reforma judicial y el impuesto a las riqueza, entre otros, que se suspendieron o demoraron por meses. ¿La heterogeneidad puede producir parálisis?

-No asocio la pluralidad con parálisis, sino con dinamismo. A los tres meses de asumir, tuvimos una pandemia. Esto es una autopista, con autos que van por distintos carriles y hay que llegar con todos. Creo que es demasiado pronto para hacer un análisis sobre qué cosas se apuraron y cuáles no. Con las políticas sanitarias y las ayudas económicas se ha avanzado. Y el Congreso funcionó más en 2020 que en todo 2019. Esto lo dice Cippec, una fundación de prestigio, no oficialista.

-¿Qué se hace con los problemas que puede acarrear esa pluralidad en la comunicación, recientemente, por ejemplo, con respecto a la compra de una vacuna contra el coronavirus?

-En cuanto a la comunicación se vienen diseñando distintas estrategias y el Gobierno ha empezado a retomar ciertas discusiones. Se va tratando de evitar las fake news y la infodemia. En un momento tan sensible como el actual, la comunicación consiste en informar lo que se viene haciendo en políticas sanitarias y ahora, en particular, con la vacuna.

-Recientemente, el escritor Mempo Giardinelli criticó al Presidente y el titular de Agenda Futura, Alejandro Grimson, le respondió. ¿Cómo reciben en Agenda Argentina los cuestionamientos de intelectuales cercanos al Instituto Patria?

-Son críticas que aportan. El Frente de Todos hace de la unidad y la diversidad sus valores centrales. Los mejores momentos ocurren cuando se debate. Hay que apostar a las críticas. Las discusiones hacen que los procesos vayan más a fondo y enaltecen el debate. Hay que redefinir el rol de los intelectuales, que se inscriben en un proceso colectivo, aunque sea más incómodo que situarse en un proceso individual. La diferencia con los intelectuales de Cambiemos es que nosotros entendemos que todo intelectual es orgánico a algún proceso. Ser intelectual y no ser orgánico es una contradicción ideológica.

-Los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner tenían un relato basado en la justicia social y en los derechos humanos; el de Macri en la transparencia y la anticorrupción. ¿Cuál es la narrativa principal de esta gestión?

-El relato de este gobierno está en plena construcción. Es difícil comprender la historia cuando se es protagonista, pero me parece que va a haber un relato de una épica de la sensibilidad, ligado a las políticas del cuidado, al 'nunca más' a una deuda externa. Alberto termina su mandato y se cumplen 40 años de democracia. Por eso creo que va a ser un relato ligado a cómo se profundiza, fortalece y radicaliza la democracia, en estos tiempos donde a nivel geopolítico crecen los discursos totalitarios, de derecha.

Por: Brenda Struminger/ La nación

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