Por EVITA
"Para ver la pobreza y la miseria no basta con asomarse y mirarla"
"Para ver la pobreza y la miseria no basta con asomarse y mirarla. La pobreza y la miseria no se dejan ver así tan fácilmente en toda la magnitud de su dolor porque aun en la más triste situación de necesidad el hombre y más todavía la mujer saben ingeniárselas para disimular, un poco al menos, su propio espectáculo.
Por eso cuando los ricos se acercan a esas colmenas de arquitectura baja que son los barrios pobres con que las grandes ciudades se derraman en el campo, por lo general, no ven bien...
Un poco es la subconsciencia culpable que no los quiere dejar ver bien y a fondo la realidad total. Y otro poco es por aquello que dije de la misma pobreza que se esconde.
Los desprevenidos visitantes que pasean por allí verán ranchos de paja y barro, casillas de latón, algunas macetas de flores y algunas plantas, oirán algún canto más o menos alegre, el bullicio de los chicos jugando en los baldíos... y acaso se les ocurrirá pensar que todo eso es poético y tal vez romántico. Por lo menos frecuentemente he oído decir que se trata de barrios 'pintorescos'. Y esto me ha parecido la expresión más sórdida y perversa del egoísmo de los ricos. ¡Pintoresco es para ellos que hombres y mujeres, ancianos y niños, familias enteras deban habitar unas viviendas peores que los sepulcros de cualquier rico, medianamente rico! Ellos no ven jamás, por ejemplo, qué ocurre allí cuando llega la noche.
Allí donde cuando hay cama no suele haber colchones, o viceversa; o ¡donde simplemente hay una sola cama para todos...! ¡y todos suelen ser siete u ocho o más personas: padres, hijos, abuelos...! Los pisos de los ranchos, casillas y conventillos suelen ser de tierra limpia. ¡Por los techos suelen filtrarse la lluvia y el frío...! ¡No solamente la luz de las estrellas, que esto sería lo poético y lo romántico! Allí nacen los hijos y con ellos se agrega a la familia un problema que empieza a crecer.
Los ricos todavía creen que cada hijo trae, según un viejo proverbio, su pan debajo del brazo; y que donde comen tres bocas hay también para cuatro. ¡Cómo se ve que nunca han visto de cerca a la pobreza! Y todo eso todavía es felicidad cuando nadie en la familia está enfermo; que cuando esto ocurre entonces el calvario llega a los más amargos extremos.
Entonces la angustia de los padres, si el enfermo es un hijo, por ejemplo, no tiene límites. Yo los he visto andar por las calles, cargando con el hijo en los brazos, buscando médico, farmacia, hospital, cualquier cosa; porque ni los servicios de la asistencia pública se atrevían a meterse en esos laberintos de covachas que son los barrios 'pintorescos'. Yo también los he visto volver a casa con el hijo muerto entre los brazos para dejarlo allí sobre una mesa y salir luego a buscar un ataúd como antes buscaron médico y remedios: desesperadamente.
Los ricos suelen decir: —No tienen sensibilidad, ¿no ve que ni siquiera lloran cuando se les muere un hijo? Y no se dan cuenta que tal vez ellos, los ricos, los que todo lo tienen, les han quitado a los pobres hasta el derecho de llorar. ¡No...! Yo no podré evidentemente describir lo que es la vida en cualquiera de esos barrios 'pintorescos'. Y me resigno a desistir de mi intento. Pero una cosa quiero repetir aquí, antes de seguir adelante. Es mentira de los ricos eso de que los pobres no tienen sensibilidad.
Yo he oído muchas veces en boca de 'gente bien', como ellos suelen llamarse a sí mismos, cosas como estas: — No se aflija tanto por sus 'descamisados'. Esa 'clase de gente' no tiene nuestra sensibilidad. No se dan cuenta de lo que les pasa. ¡Y tal vez no convenga del todo que se den cuenta! Yo no encuentro ningún argumento razonable para refutar esa mentira injusta. No puedo hacer otra cosa que decirles: — Es mentira. Mentiras que inventaron ustedes para quedarse tranquilos. ¡Pero es mentira! Si me preguntasen por qué, yo tendría solamente algo que decirles, muy poca cosa. Sería esto: —¡Yo he visto llorar a los humildes y no de dolor, que de dolor lloran hasta los animales! ¡Y los he visto llorar por agradecimiento! ¡Y por agradecimiento, por agradecimiento sí que no saben llorar los ricos!"
MARÍA EVA DUARTE DE PERÓN.
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