Por Marcos Doño / Especial #17deOctubre / Motor
RECUERDOS DEL FUTURO; la barbarie de los civilizados
El futuro es lo conjetural mientras que el pasado es lo real, lo acontecido. Sin embargo,lo uno determina lo otro, tal como nos lo enseña la frase de William Shakespeare: “el pasado es el prólogo”.
¿Qué nos quiere decir entonces la paradoja encerrada en el título Recuerdos del futuro?Que pasado y futuro están entrelazados, que representan y son, de alguna manera, una misma cosaque se cristaliza en el presente.
Por eso hurgar y entender el pasado no es sólo una búsqueda intelectual sino la única posibilidad de acceder a lo real, a sus determinaciones y a las posibilidades potenciales que en algún momento se desenvolverán en lo venidero.
La realidad pareciera comportarse como lo hace la luz de las estrellas, que nos llega después de miles de millones de años, perturbando nuestro presente como si esa luz hubiese sido recién emitida. Es así como la engañosa simultaneidad se comporta, haciendo contemporáneo lo pasado.
Cuando pienso y analizo el presente de nuestra Argentina, me doy cuenta que la luz de una historia que creímos extinguida, aún encandila un presente que se ha vuelto cada vez más complejo y peligroso, y cuyas características parecieran ser la reedición de hechos y acontecimientos de un momento fundacional traumático. En esta cuasi perpetuidad del trauma se esconde la clave de lo no resuelto en las luchas fratricidas que terminaron marcando a fuego el destino de la Nación.
Aquella idea cincelada por una clase que creyó religiosamente que el progreso lo justificaba todo, moldeódesde la moral hasta la geografíade un pasado que terminó siendo ese futuro que hoysomos, donde la argentinidad sigue dividida bajo los mismos fundamentos y la misma cosmovisión de las civilizaciones antiguas.
Las guerras civiles que marcaron a fuego la construcción de la Argentina, tuvieron a la traición y la ignominia como la base ética de una clase terrateniente que, despojadaideológica y culturalmente de la culpa, se erigió en el poder y modelo de la República.Se trata de un mundo binario en el los habitantes fuimos etiquetadosen civilizados y bárbaros. Y así como Buenos Airesse fundó dos veces, la gesta de Mayo que había abierto el camino de la independencia y la soberanía, tuvo su segunda fundación, aunque esta vez apañada a la traición del modelo sanmartiniano. Un torcimiento que desembocó en una sucesión de guerras civiles, hasta que la caída de los caudillos federalistasque propugnaban un mundo justo y más integrador, y finalmente el golpe siniestro e inentendible de la batalla de Pavón, condenaron a la Nación a un unitarismo perverso y miope, que organizó el territorio y el pensamiento nacional en la idea binaria de civilización y barbarie, Buenos Aires e Interior, los dueños de las tierras y los trabajadores.
Una y otra vez aquella oscura luz del pasado pareciera reiterar lamisma pugna. La de un odio de clase que sólo admite hijos y entenados. La que clama en la voz del Martín Fierro las injusticias del poderoso. Las de los sempiternos impunes, los autoproclamados civilizados, quienes otrora se encargaron de escriturar y alambrar la Argentina a punta de sable y fusiles Remington.
Son ellos los que vuelven hoy a reeditar la misma perdición. Son los binarios convencidos de la Argentina partida, acaso porque la voracidad heredada les ha devorado las almas y todo sentido de moral, herencia recibida generación tras degeneración.
Como el mundo pensado por el genocida Bartolomé Mitre y sus seguidores de la Triple Alianza, los desaforados yactuales libertarios se embanderanen el mismo odio, en el mismo insulto, tan peligrosos como aquellos que conspiraron contra San Martín, Belgrano y el Chacho Peñaloza.
Son los descuartizadores de la verdad, los que hanvuelto a reeditar la misma animadversión ancestral. Son el odio enseñado contra el otro, que es la Patria. Negocios que le dicen. Y sus devotos discurren tras una extraña fe que los ha convencido de lucharen defensa de una libertad que jamás han perdido. Y lo hacen corriendo detrás de esos pocos que alambraron una y otra vez la Argentina, cuando el país pudo ser otro.
Hay una lucha en ciernes y no es con un adversario. Una vez más nos enfrentamos a un enemigo taimado, un poderosos que arremete en defensa de lo que no es suyo. Los recuerdos del futuro me dicen también que el país ha vuelto a insistir en ser otro país. Así es la historia, como la luz de las estrellas, como los recuerdos del futuro. De algo no debemos dudar: ser libres y soberanos no es sólo un derecho sino, también, una tarea dolorosa que conlleva peligros impensados. William Shakespeare insiste: “El pasado es el prólogo”. Y este presente también lo será.
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