Sociedad

Por Marcos Doño

ADIÓS, DIEGO ARMANDO MARADONA

(Por Marcos Doño) ¿Quién fue el Diego? ¿Qué significó Diego Armando Maradona? Fue el revés del poder, fue la gambeta al poder, el que se le animó como lo hacía con el adversario cuando se trataba de la pelota. Porque no alcanza con el talento, hace falta el coraje y la honestidad intelectual. Ese mandato de San Martín de que serás lo que debas ser o no serás nada, tiene una sola respuesta: la responsabilidad ente uno mismo y el prójimo, algo que muy pocos se animan a cargar en sus vidas. Allí estivo ese día, lo recuerdo como un prócer en lo suyo, el fútbol, allí en el pasto de la bombonera, paradito como un niño que recién comienza el camino de la vida, diciéndole a los miles que en silencio esperaban sus palabras como lo hacían con sus gambetas: “yo me equivoqué y pagué. Pero la pelota no se mancha”.

Ese chico de Villa Fiorito, inmensamente mágico con el fútbol, inmensamente corajudo con la vida, pero más inmensamente valiente con un poder que se mueve como alimaña en todos los ámbitos, en la política y en el deporte, nos deja un vacío tan grande como el planeta que lo abrazará eternamente.

Hay pocos iluminados en este mundo y son aquellos que iluminan nuestros sueños de la vigilia. Son quienes le dan sentido a la ilusión de millones, la que alguna vez también ellos tuvieron. Son quienes se comprometen sin tapujos como lo hizo él. Y es cuesta porque el poder nada sabe de amor y de lealtad. Él lo supo.

Ya se va, lo veo con ese caminar y esa sonrisa, haciendo sus jueguitos, brillante como la mente más brillante. Y para aquellos que buscan alguna mácula, les digo que no desesperen en su odio, que él fue el pueblo encarnado. Acaso porque Diego no fue sólo un futbolista, aunque con ello hubiera bastado. Diego fue la libertad y el precio que se paga por ser libre. Fue la llama de la independencia de pensamiento y la impertinencia alegre ante los poderosos y los traidores.

De pronto se me ocurre que si hubiera vivido en la antigua Grecia, a él le hubiera tocado un lugar en las leyendas de un Olimpo reservado a dioses y semidioses. Y justamente por todo lo que todo eso significa, la imperfección de aquellos que cargan con un talento infinito, que se vuelven imágenes de adoración. Qué difícil es ser Maradona. Qué difícil es ser ese dios abrazado por millones.

Y cuando las aguas bajen y las puertas del Paraíso se abran para darle paso, aquí seguiremos hablando los que lo quisimos. Y también lo harán aquellos que odian y buscan y rascan en sus espíritus vacíos, para encontrar nada más que esos, sus propios silencios rascados. No me importa. Que no nos importe porque Dios ya ha tomado su decisión, allí lo espera en el Edén, a donde entrará como su mirada de siempre, la de un niño de Villa Fiorito lleno de ilusiones, un niño que nunca se fue del hogar, un niño que amó a la vida como la aman aquellos que lo dan todo. Hasta siempre, Diego Armando Maradona.

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