Por Marcos Doño / #motorcumple4 / EDICIÓN ESPECIAL
CARTA ABIERTA AL PRESIDENTE ALBERTO FERNÁNDEZ Y A NOSOTROS MISMOS (contra el fascismo golpista)
( Por Marcos Doño especial para Motor Económico ) La ultra derecha ha mutado y se presenta camuflada con distintos nombres: libertaria, anticuarentena, republicana, patriota embanderada. Apropiadores por antonomasia de la República, de sus tierras y sus riquezas, la derecha mutante tiene dueños, que son los que se han apropiado también del sentido de las palabras libertad, república, democracia, patria. Ése ha sido siempre su estilo, apropiarse indebidamente de lo ajeno.
A sus acólitos los vemos manifestarse a diario y por cualquier pretexto en las calles, mientras nosotros, los que queremos en serio vivir en democracia, los que respetamos al prójimo respetando las normas que nos pide el gobierno, estamos físicamente ausentes de ellas. Sabemos que lo hacemos en defensa de nuestra salud y al del prójimo. Lo sabemos y nos salimos de la vaina cuando quisiéramos con todo derecho contrarrestar ese mar de mentiras e injurias y amenazas a las que nos tienen acostumbrados los libertarios de la derecha mutante.
Nada es al azar. Son los dueños de esa derecha mutante, los apropiadores de las cosas y del sentido de las palabras, los que envían a sus vasallos a manifestarse en grupos, que nunca exceden algunos cientos pero que ante nuestra ausencia parecieran ser centenares de miles. Si hasta ellos se lo creen. Claro que para eso están los medios corporativos, que son los que se encargan de transformar sus gritos histéricos y sus cacerolitas en estampidas y truenos. A pesar de ello, de que lo sabemos, nosotros somos responsables, nosotros nos quedarnos en casa porque sabemos que nuestra responsabilidad social se traduce en ayuda a nuestros trabajadores de la salud, para que puedan hacerlo bien y el esfuerzo del gobierno, el esfuerzo de todos, siga teniendo sentido.
Es entonces cuando veo cómo el tsunami de sinsentidos avanza a diario arrasando a su paso con la verdad, creando una realidad alterna, cuyo paisaje pareciera volverse en catástrofe donde se vuelve difícil distinguir entre aquello que está en tierra firme y aquello que se hunde en el fango, que me pregunto: no vaya a ser cosa que perdamos la democracia por nuestra responsabilidad democrática y republicana. Y vuelvo a decirme que algo entonces hay que hacer. ¿Se tratará de crear nuevas y osadas estrategias de comunicación, más agresivas, potentes, claras, inteligentes, que nos devuelvan el sentido de las palabras y los actos? ¿Deberemos aprender a navegar con las palabras más allá de la superficie, volvernos subrepticios a la hora de aplicar nuestras tácticas? Porque no vaya a ser que perdamos la democracia por nuestra extrema cortesía.
Hay metáforas en la historia que nos enseñan que la osadía es una virtud que hace a la inteligencia más precisa y a las decisiones que se tomen más eficaces. Son dos factores que ennoblecen cuando quien gobierna tiene como único destino el bienestar del pueblo. Es en esta idea que el buen gobernante no deberá perder de vista nunca que el único pacto válido en democracia es con el pueblo. Lo demás, lo otro, son las estrategias y las diplomacias que se necesitan para recorrer ese camino hacia bienestar de la patria toda.
Una de esas metáforas de la historia es la del nudo gordiano, que la misma historia nos enseña fue resuelto por Alejandro de Macedonia, quien sería recordado como Alejandro el Grande, de un solo corte y sin titubeos. Es que como él, quien sería el gran conquistador, delante nuestro también hay un mundo nuevo que nos espera, y es el de la justicia y la soberanía de un pueblo que está preparado y decidido a ser dignamente feliz. Lo sabemos, nuestra lucha no será, como acaso nunca lo fue, ni simple ni indolora. Pero sepa, señor presidente, que la mayoría está decidida a recorrer ese camino. Lo otro, si dejamos el nudo sin resolver, sería volver atrás, a la tierra de las prebendas y los privilegios de clase, a merced de los voraces.
El señor presidente de la Nación debe saber que si tuerce la mirada para ver quien lo acompaña en su gesta, no encontrará un grupo de histéricos destituyentes a los que la prensa maldita los hace ver multitudinarios, sino una patria embanderada en los millones que estamos decididos a avanzar en su apoyo y con su apoyo, que en definitiva es en beneficio de la patria.
La lucha es dura, usted lo sabe señor presidente. La ciudadanía también. Y lo es porque enfrentarnos a las “vacas sagradas”, a un poder omnímodo conformado por pocas familias, eso que en economía política se define como el poder concentrado, y que durante doscientos años se sintieron y fueron las dueñas de nuestro destino.
Esta derecha mutante, que se muestra a través de sus vasallos como la defensora de una República que estaría en peligro, sabe perfectamente que el único peligro que corre la república son ellos, sus miles de millones mal habidos y su voracidad. Y para eso, debemos tenerlo presente, cuentan con sus infinitos dineros para sobornar, someter y comprar periodistas, jueces, agentes sociales, con quienes diseñar sus estrategias golpistas en medio de un clima de zozobra social basado en la construcción de una crisis puramente ficcional, pero que se vuelve real por su presencia mediática masiva.
Ya son demasiadas las demostraciones: Juntos por el Cambio actúa como lo hacían los represores de la policía y el ejército en tiempos de dictadura, cuando durante los interrogatorios el que castigaba con violencia, el que metía miedo, el que violaba con la tortura todas las leyes y los derechos del detenido, era compensado engañosamente con el discurso del otro, a quien le tocaba el papel de bueno, el que se mostraba preocupado por la integridad del detenido. Era el que decía ¡che, dejalo al pobre, parece un buen pibe!, para después acercarse al oído de la víctima y pedirle, en tono afable, a la espera de que su engañosa bondad hiciera efecto: dale, te conviene hablar y te a vas a tu casa.
Era la estrategia, el método perverso con el que se buscaba contrabalancear los interrogatorios. Así es el macrismo radical: por un lado están los intendentes y gobernadores que se muestran componedores, preocupados por el bienestar de todos. Ahí lo vemos siempre en su rol de preocupado al omnipresente mediático jefe de Gobierno porteño Rodríguez Larreta. Él es el mandamás de la Policía de la Ciudad, la proveedora de espías para la AFI de Macri, la que reprimió con brutalidad a los trabajadores y trabajadoras de la salud en el Día de la Sanidad, porque reclamaban frente a las puertas de la Legislatura porteña sueldos dignos y su incorporación a la carrera de profesionales de salud, el que frente a las cámaras actúa diciendo: “Quiero agradecerles de todo corazón a los trabajadores de la salud, enfermeros y enfermeras, por el enorme esfuerzo que están haciendo...”. Ese es el discurso engañoso de la derecha mutante, que hace silencio ante las barbaridades.
Señor presidente Alberto Fernández, usted los acaba de llamar por su nombre: fascistas. Sólo el pronunciamiento público de aquellos que se precian de democráticos, los buenos de este guion macristaradical que muestren decididamente su oposición a las manifestaciones destituyentes de sus copartidarios más extremos, ameritaría pensar que la cortesía extrema ha sido una buena estrategia comunicacional. Pero hay un silencio que los desnuda y los hace ver como aquellos hombres de la dictadura.
Seguir insistiendo en las buenas formas cuando sólo se recibe odio y maniqueísmo, es apostar a recorrer un camino en el que la ingenuidad puede terminar siendo un alimento de la traición. Y como dijera el pensador romano Cicerón: “Los ingenuos en política terminan traicionando su propias ideas”.
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