Sociedad

Por Antonio Muñiz

Es la hora de los pueblos

(Por Antonio Muñiz) La única respuesta al desafío que nos somete el nuevo escenario internacional, es la Nación de Repúblicas de Bolívar, la Patria Grande de Ugarte, el continentalismo de Perón. Allí se encuentra el núcleo de nuestro conflicto histórico.

“En estos tiempos e está jugando algo más que el desarrollo: nuestra propia supervivencia como especie” “Esta camisa de fuerzas neoliberal aplicada a la globalización ha creado un monstruo que recorre el mundo” Fidel Castro

Todos o casi todos los pensadores políticos actuales, tienen como eje central el fenómeno de la globalización. Esto es así porque indudablemente el mundo vive una profunda crisis económica, financiera, ecológica, militar y ahora para completar el círculo, una pandemia mundial de difícil pronostico. Casi todos apuntan al neoliberalismo globalizador como causa de todos los males.

Universalismo, globalización y neoliberalismo.

En verdad la llamada globalización, mundialización, o universalismo como lo anticipo Juan Domingo Perón, es un proceso histórico. El hombre como ser gregario ira avanzando desde la horda primaria, la tribu, las ciudades estados, los estados nacionales, hacia formas organizativas más complejas, los estados continentales y desde estos a una mundialización, o sea una forma de gobierno global. Este pensamiento planteado por Perón y otros pensadores tiene un carácter multidimensional, desde lo político, lo económico, lo científico-tecnológico, lo social, lo cultural, lo demográfico.

Ya Marx anticipo este fenómeno, como una etapa inevitable del capitalismo, y muchos economistas, aún distantes del pensamiento marxista ven el fenómeno de la globalización como un proceso puramente económico, producto de la expansión capitalista en su fase imperialista.

Está claro que la fase económica es hoy central, dada la preminencia del pensamiento neoliberal, como modelo único, pero también hay que tener en cuenta las otras dimensiones a que hacíamos referencia más arriba.

Este sistema de interconexión mundial que se inició en el siglo XV, con el surgimiento del capitalismo y las innovaciones tecnológicas que permitieron la navegación de los mares y por ende ampliaron el comercio y también la anexión colonial de vastos territorios, dio inicio a la política mundial.

Todo este proceso no puede ser reducido a un fenómeno puramente económico, porque caeríamos en una interpretación demasiado dogmática de los procesos históricos.

Por supuesto la etapa globalizadora actual puede ser asociada al neoliberalismo, que se inicia a mediados de la década de 70 del siglo pasado, cuando se rompe el ciclo keynesiano imperante desde la gran crisis de 1929.

Si, el neoliberalismo entiende a la globalización como un fenómeno puramente económico, donde el mercado gobierna y la política administra. Todo está supeditado a los negocios y aumentar la tasa de ganancia del capital, todo lo demás pasa a ser secundario o superfluo. Hasta los estados nación, en sus afanes regulatorios se convierten en una molestia, que debe ser eliminado. Pareciera que el capitalismo, en faz rentística financiera, ha triunfado. Es el único modelo posible, es el “fin de la historia”.

Aquí queda claro que el neoliberalismo es también un fenómeno político, cultural e ideológico. Enancado en las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (tic), se esparce por el mundo como una ideología imperial, que pretende cambiar el mundo a los parámetros del Consenso de Washington, el FMI o la OMC, y subordinar todo a los intereses económicos financieros de las grandes corporaciones y el capital trasnacional. Pero también pretende cambiar los parámetros culturales de cada país. Para construir un mundo globalizado, pero donde no todos son beneficiarios de los “logros” del sistema sino por el contrario solo una minoría que se apropia de los excedentes, es necesario un “reseteo” en la mente los ciudadanos que acepten pasivamente esta situación. Que, es más, crean que es lo único y lo mejor, que no hay otro modelo posible.

Es por ello que se han ido conformado grandes aparatos corporativos mediáticos, que operan a nivel global, desde el cine, la televisión, la música, las redes sociales, etc, que operan en forma monopólica con un discurso único. Este relato endiosa al individualismo extremo, el egoísmo, el sálvese quien pueda, el éxito material como meta, el consumo como paradigma de la felicidad. Este discurso destruye conceptos básicos que se le anteponen, de solidaridad, comunidad, patria, etc.

En nuestra época, la cultura es la expresión de conciencia colectiva, por ello el neoliberalismo en su faz cultural ataca los valores espirituales, morales e ideológicos, y en especial la identidad nacional.

Construye un hombre aislado, sin historia, sin patria, sin anclaje ni responsabilidad con el “otro”, con su prójimo. Sin pensamiento crítico lo rebaja de ciudadano, con derechos políticos y sociales a mero “consumidor”.

Sobre este aspecto son muy esclarecedoras las reflexiones hechas por Fidel Castro en 1998, donde enfatiza el carácter desnaturalizador de esta globalización y su incidencia en la espiritualidad humana: “Un problema terrible (…) que estamos padeciendo es el de la agresión a nuestras identidades nacionales, la agresión despiadada a nuestras culturas, como jamás ha ocurrido en la historia, la tendencia hacia una monocultura universal”

Si el árbol se conoce por sus frutos, el resultado de la experiencia neoliberal en los últimos cuarenta años solo ha mostrado fracasos, destrucción, dolor y muerte a su paso.

Así a la luz de sus resultados el paradigma neoliberal está siendo fuertemente cuestionado, no solo desde el pensamiento crítico, sino también desde la realidad misma. El mundo vive hoy una crisis profunda, compleja, sistémica, multidimensional, un mundo en guerras permanentes, crisis económicas periódicas y cada vez más profundas, destrucción del ecosistema humano y la destrucción de comunidades humanas enteras, que no son de interés económico por parte del imperio. Un sistema perverso, que deja afuera a millones de personas, pero que además en nombre de los mercados y los negocios depreda el planeta y destruye los recursos naturales finitos, no puede ser viable.

Así la lógica que da pie al neoliberalismo, de maximizar las utilidades, es la que ha entrado en crisis casi terminal. Ya Carlos Marx sostenía ya en el siglo XIX que “La burguesía suprime cada vez más el fraccionamiento de los medios de producción, de la propiedad y de la población. Ha aglomerado la población, centralizado los medios de producción y concentrado la propiedad en manos de unos pocos”

Es la lógica imperante, pero llevada al extremo por una fracción, hoy hegemónica, de un capitalismo monopólico corporativo transnacional con eje en los negocios financieros, pero con intereses comunicacionales, farmacéuticos, militares de carácter global con epicentro en los EEUU y ramificaciones en la banca europea, en especial inglesa.

El neoliberalismo como «horizonte político», como fin de la historia y la superación de todos los conflictos, como un proyecto sustentable capaz de dar respuestas a las necesidades de los pueblos, ha estallado en mil pedazos.

Mirando el futuro

  1. No debemos asociar mecánicamente y confundir neoliberalismo con globalización. La globalización va a seguir siendo una realidad, más allá del neoliberalismo. Es importante la unidad de criterios y la lucha de los pueblos en contra del modelo neoliberal, ya que este podría llevarnos incluso a la desaparición de nuestra civilización. Pero de lo que se trata, entonces, es de globalizar un nuevo humanismo, nuevos valores, que den predomino a la verdad, la justicia, la fraternidad entre los pueblos, que enaltezca la vida. Para ello es necesaria una revolución en el pensamiento político y económico contemporáneo. El Objetivo es construir una sociedad más justa y equitativa, que respete al hombre como centro, un sistema económico productivo que sea sustentable, subordinado al bien común, que respete el ecosistema global.

  2. «Entonces con el socialismo de Estado derrotado y el neoliberalismo fallecido por suicidio, el mundo se queda sin horizonte, sin futuro, sin esperanza movilizadora». (Papa Juan Pablo II en 1991 en la Encíclica Centésimas Annus).

Estas palabras proféticas de Juan Pablo II, hace treinta años, nos pueden llevar a imaginar un futuro post neoliberal donde «… no existe en su lugar nada mundial que articule esas expectativas comunes; lo que se tiene es un repliegue atemorizado al interior de las fronteras y el retorno a un tribalismo político, alimentado por la ira xenofóbica, ante un mundo que ya no es el mundo de nadie». (García Linera )

Sin embargo esta crisis para nada puede ocultar para nuestra América, que la globalización o el sistema mundo, como quieran llamarlo, va seguir existiendo y sobrevivirá al colapso del neoliberalismo. Por los tanto es necesario pensar como nuestros países se insertan en el próximo orden mundial, con carácter de socios y no de subordinados, como lo fueron hasta ahora.

Hay que tener en cuenta que se está forjando un nuevo «orden” multipolar de carácter global, donde Occidente va a perder su hegemonía por primera vez en los últimos 500 años. Esta multipolaridad va a ser hegemonizado por los grandes estados continentales, EEUU, China, Rusia, India, etc.

El Papa Francisco, partidario de un Estado Continental en América Latina, un dijo «orden» multipolar nos brinda a los latinoamericanos un mayor margen de viabilidad, si nos ponemos en la altura de las exigencias de la época

Es decir, la única respuesta al desafío que nos somete el nuevo escenario internacional, es la Nación de Repúblicas de Bolívar, la Patria Grande de Ugarte, el continentalismo de Perón. Allí se encuentra el núcleo de nuestro conflicto histórico.

“Es por eso que la Comunidad Latinoamericana debe retomar la creación de su propia historia, tal como lo vislumbró la clarividencia de nuestros libertadores……. Nuestra respuesta, contra la política de “dividir para reinar”, debe ser la de construir la política de “unirnos para liberarnos”. Juan Domingo Perón

Construir una Nación en la diversidad, donde rescatemos nuestra la herencia ibérica, pero en una nueva síntesis americana, basada en una historia en común de lucha contra el imperio y las oligarquías locales, donde se rescate la riqueza de las diversas culturas originarias, las corrientes migratorias europeas durante los siglos XIX y XX, en las distintas formas que fue tomando el mestizaje cultural, con sus conflictos y contradicciones.

Es la Patria Grande o la nada. Es difícil si, pero también un desafió vital.

Fuente: Revista Zoom

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