Sociedad

Por Ariel Farías y Guadalupe Santana

Las desigualdades de género en el mundo del trabajo y los efectos de la pandemia (II)

En esta segunda entrega, un análisis de los problemas que afrontan las mujeres que logran insertarse en el mercado laboral y algunas propuestas que apuntan a los desafíos a la hora de achicar estas brechas.

(Por Ariel Farías [1] y Guadalupe Santana [2]) La brecha de género en el mercado laboral no es nueva. Sin embargo, el aislamiento social obligatorio ha profundizado una problemática que, como señalamos en la primera parte, se manifiesta en el acceso al empleo, las condiciones en que se realiza y el trabajo doméstico no remunerado, entre otras.

Pero no sólo es dificultoso para las mujeres ingresar al mundo laboral sino que, una vez allí, también existen profundas desigualdades.

Diferencias de ingresos entre varones y mujeres ocupades

En Argentina existe una importante desigualdad de ingresos entre varones y mujeres: por cada 100 pesos que recibe un varón ocupado, una mujer ocupada recibe 75.

Sin embargo estas diferencias se intensifican entre les trabajadores asalariades no registrades. Además de percibir ingresos mucho menores, presentan brechas más significativas: por cada 100 pesos que percibe un asalariado no registrado, una asalariada no registrada gana 64, mientras que entre les registrades las mujeres reciben 82 pesos por cada 100 de los varones.

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Las diferencias entre quienes tienen un trabajo registrado y quienes no, son fundamentales. Aquellas personas que se encuentran en este último grupo están más expuestas en la cuarentena. La gran mayoría de las actividades que realizan se paralizan o se reducen drásticamente en este contexto y no tienen ningún tipo de cobertura.

Si bien los casos de despidos en grandes empresas son resonantes y es importante poner de relieve las prácticas destructivas de empresarios con patrimonios de cientos o miles de millones de dólares, lo cierto es que la contracción de empleos en ese sector probablemente se cuente por algunos miles. La pérdida de puestos de trabajo y la disminución de ingresos (ya muy exiguos como se observa en el gráfico) en el sector no registrado, en cambio, afecta a cientos de miles o a millones: se trata de problemas de envergaduras bien distintas. Y en este contexto son las asalariadas no registradas las más vulnerables.

Sin embargo, si comparamos los ingresos horarios las brechas se reducen significativamente. En este caso, por cada 100 pesos que ganan los varones ocupados en su conjunto, las mujeres ganan 94; por cada 100 pesos de los asalariados no registrados, las mujeres ganan 98, y en el caso de asalariades registrades no se observan diferencias.

Al deflactar los ingresos por las horas trabajadas la brecha se reduce. Es decir que una parte importante de las diferencias de los ingresos mensuales se explica por la cantidad de horas trabajadas para el mercado.

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¿Cuáles son las causas de estas diferencias en las horas trabajadas? Según datos del Módulo de uso del tiempo y trabajo no remunerado de la Encuesta Permanente de Hogares (2013), mientras que las mujeres trabajan 33 horas en trabajos remunerados y 41 horas en trabajos no remunerados, los varones dedican 43 horas al trabajo remunerado y 24 horas al trabajo no remunerado (Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género, 2019). Es allí donde radica el núcleo duro de las desigualdades que luego se realizan en el momento de la venta de la fuerza de trabajo.

Como ya se ha expuesto en otras notas de este portal, el contexto de la cuarentena intensifica estas tendencias. Al no disponer de espacios de cuidado públicos, familiares, comunitarios y de mercado, al permanecer las niñas, niños y adolescentes en el hogar, se amplían e intensifican las tareas y los tiempos de cuidado que recaen sobre las mujeres, y se amplifica el peso del trabajo no remunerado reduciendo el tiempo disponible para realizar actividades remuneradas.

Este factor posee un rol central en los diferenciales de género (casi tan importante como el nivel educativo) dando cuenta de una clara discriminación a la maternidad en la demanda de empleo. Mientras que en los hogares sin presencia de menores de 6 años hay 114 mujeres desempleadas por cada 100 varones, en los hogares con más de un menor, son 175 por cada 100.

La presencia de niñes no activa ningún mandato de cuidado para los varones que los obligue a dejar de trabajar o buscar trabajo para el mercado. Por el contrario, pareciera activar un mandato para trabajar más para el mercado mientras las mujeres quedan a cargo exclusivo del trabajo de cuidado.

Conclusiones: empezar por las últimas…

La pandemia viene a intensificar desigualdades que ya estaban presentes en nuestro mercado de trabajo. No hay que abundar en hipótesis agoreras, pero un análisis basado en datos que tengan en cuenta la heterogeneidad de la estructura productiva permite afirmar que vamos a salir de esto con más desigualdad de la existente. La contracara, será la capacidad de las organizaciones sociales y del Estado, a fuerza de redes y de redistribución desde arriba hacia abajo, para que los efectos sean coyunturales y permitan levantar rápidamente a les que se caigan.

En este contexto, las mujeres son las que sufren las peores consecuencias de la crisis. Y entre ellas, ciertas fracciones se encuentran en una situación más acuciante, viendo reducida su autonomía económica a niveles mínimos.

La suspensión de clases en escuelas y jardines, la imposibilidad de les adultes mayores de habitar espacios comunitarios, e incluso la presencia de los varones adultos en sus casas durante más tiempo, intensifica la carga de trabajo doméstico y reduce el tiempo disponible para trabajar para el mercado o para otras actividades. A su vez, son las mujeres las que poseen menos ingresos laborales (en los casos en los que esos ingresos se mantienen en el marco de la cuarentena), menor capacidad de ahorro que les permita financiar el aislamiento en el caso de perder sus empleos y menos redes sociales vinculadas al mercado de trabajo.

Estas desigualdades afectan a todas las mujeres pero más a las jóvenes, a las que poseen niveles educativos más bajos y a las que se encuentran a cargo de menores. Empezar por ellas es una tarea política central en este contexto.

Quedan abiertas preguntas en relación a ciertas actividades específicas con presencia femenina mayoritaria como el trabajo en el sector salud o la enseñanza, que se ven reconfiguradas particularmente en este escenario, o el trabajo doméstico remunerado que incluye a las trabajadoras de mayor vulnerabilidad, con altas tasas de no registro, y con posibilidades ciertas de que sus ingresos se vean reducidos drásticamente.

[1] Licenciado en Sociología, magíster en Ciencias Sociales del Trabajo y militante de @estatalesdepie // @FariasArielH

[2] Licenciada en Sociología, secretaria de Juventudes de la Asociación de Empleadxs Judiciales de la CABA // @puede_fallar

Fuente: notasperiodismopopular.com.ar

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